Solíamos tener fantasías sobre mundos paralelos; una vida
lejana en escurridizas visiones, que propagaban
la belleza de rituales paganos y pensadores bestiales
con instintos menos perversos que el común de los hombres.
Pero apareció de nuevo lo concreto, que no mutaba de ser
lo detestable y pueril de todos los tiempos, profanando
la naturaleza, sublevando la creatividad, para llevarlo a uno
al borde de cada uno de los insanos estados mentales, al
fondo del pozo con agua estancada y macerada por deshechos
tóxicos creados nada menos que por el mismísimo
Dios que se asemeja a la especie humana.
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