jueves, 4 de agosto de 2011

XLIII

Dejé la luz a un lado, y en el borde
de la revuelta cama me senté,
mudo, sombrío, la pupila inmóvil
clavada en la pared.
¿Qué tiempo estuve así? No sé; al dejarme
la embriaguez horrible de dolor,
expiraba la luz y en mis balcones
reía el sol.
Ni sé tampoco en tan terribles horas
en qué pensaba o qué pasó por mí;
sólo recuerdo que lloré y maldije
y que en aquella noche envejecí.

Gustavo Adolfo Bécquer

1 comentario:

Amanda Oxidada dijo...

En este momento, por lo menos, lo primordial sería dejar de ser esta molestia, esta piedrita en el zapato de algunos...
Lo otro... no creo que se solucione...