lunes, 29 de agosto de 2011


Salí a buscar algo, nada concreto. Caminé sin rumbo por lugares casi conocidos, intentando escapar de mi cabeza. No hay con qué darle, jamás me iré de mí aunque corra y me oculte de las miradas ajenas.
El sol quemaba las quipás y algunas calvas; las pupilas deslumbradas por los rayos, que emanaban cálidos colores y temperaturas, se regocijaban al pasearse por las plazas llenas de grupos de almas. ¿Qué haré con éste alma solitaria? ¿Cuándo ha de dejar de naufragar a través de éste ceniciento rutinismo estentóreo? No sé la respuesta, no predico el futuro ni la moral, ni ninguna de esas cosas políticamente correctas. Sólo se que correría desnuda sobre campos, desiertos de humanoides, sollozando de locura hasta estallar en la cúspide de la confusión, para luego volver a la razón y seguir sin comprender incluso cómo es posible que aún exista la fertilidad.

1 comentario:

Clèmentine dijo...

la confusión, esa maldita