miércoles, 31 de agosto de 2011


Me gustaría amanecer sin resaca de incertidumbres e insatisfacciones y respirar (inhalo... exhalo...) sintiendo cierta serenidad-bienestar ¿sabés? Pero cada despertar se vuelve cada vez más engorroso, fastidioso; al intentar levantarme de la cama las fuerzas no me poseen, todo lo contrario, algo completamente desconocido me sujeta y aplasta para que no pueda ponerme de pie.
A veces paso horas intentando librarme de ese estado perezoso, desganado, tan sólo para tomar un café o unos mates y seguir sintiéndome de la misma manera pero ésta vez en una posición diferente a la anterior.
Los nervios me crispan la con y sin razón, sin embargo aquél estado no desaparece.
Me decido a salir por las calles, caminando desorientada y hacia los mismos lugares que frecuento habitualmente. Por momentos me siento drogada, casi anestesiada. Sólo duelen los pies por el calzado de mierda...
Y observo, sin lograr hallar nada ni nadie que me devuelva algo de vida. Mañana tal vez me suba a algún colectivo con destino desconocido y logre penetrar los portales de la desolación para luego, así, introducirme de lleno y de nuevo en un desagüe de Obras Sanitarias.

1 comentario:

Clèmentine dijo...

y a veces todo descarga su peso en nuestra espalda. pero siempre existe algo que nos aleja un momento. Yo por suerte estoy amagando a salir..